Decía
un compañero de instituto, cuando veíamos un partido de
baloncesto, que si no encestabas la primera canasta ya no lo ganabas. Una
afirmación sin mucho fundamento.
Aplicada a las carreras, siempre he pensado que de cómo te sientas en el primer
kilómetro dependerá el resto de la prueba. Sea
de diez, veinte o cincuenta. Y las sensaciones en ese primer kilómetro de la
Transgrancanaria fueron horribles. Piernas que no van, sensación de vacío y cansancio, mucho
cansancio. Una mala cena, un mal desayuno, una mala hidratación... Supongo que se juntó todo.
Llegamos a Gran Canaria el jueves a primera hora, tanto
para aprovechar un minibreak invernal como para hacer algo de trabajo de campo
para Territorio Trail. Recogida de dorsales en Expomeloneras, saludos a amigos
y conocidos y, dos días
de descanso hasta el sábado.
Playa, turismo, relax... Tranquilo y con buen ánimo,
tenía ganas de que llegara el sábado. Tenía ganas de correr. El
material, las zapatillas, los geles, las sales, todo estaba preparado en la
habitación del hotel desde el mismo
jueves. No había
nada al azar. El único
punto de duda, los bastones, estaba decidido. Se quedarían en la habitación.
La Transgrancanaria Advanced comenzaba el sábado a las 7 de la mañana desde Fontanales, hasta
donde nos llevaba un autobús
de la organización
que salía a las 4:15 de la zona de
meta. Eso significaba que el despertador sonaría a
las tres y que, por extensión,
el viernes había
que acostarse pronto. Ni tenía
mucho hambre en la cena ni lo tenía
en el desayuno. No era por nervios, estaba bastante tranquilo. Simplemente no
tenía hambre. Obviamente, esto
debió pesar en carrera.
Así que, tras dormir cinco horas bien dormidas, y tras recoger a Raul, a las 4:15
en punto estaba en el bus camino de Fontanales. Casi noventa minutos de
Trayecto que, como ya sucedió en Lyon, pasaron volando porque fui dormido casi todo el tiempo. Lo que se hizo más larga fue la espera hasta
la hora de la salida. Casi una hora que pasamos al abrigo del viento que, a
esas horas de la mañana,
comenzaba a soplar con fuerza. Y que hizo que saliera con el cortavientos
puesto.
Puntualmente, con Depa como maestro de ceremonias, se da
la salida. ¡Comienza la Transgrancaria!
Nada más salir del pueblo se
forman dos pequeños
tapones aunque el grupo enseguida se estira. No pasan ni dos kilómetros y paro a quitarme el
cortavientos. A pesar del viento, la temperatura es muy buena. De todas formas,
noto que algo no va bien. Me siento cansado y por mucho líquido que he bebido no me
quito la sensación
de sed.
Un corto descenso nos deja en el primer ascenso del día, corto pero intenso. La
subida a Valleseco estira definitivamente los grupos. No es muy dura y la
superamos con cierta holgura picando en Valleseco en 1h05. En este rato me he
tomado ya medio litro de sales y un Hydrogel. Tras un tramo de subida por el
pueblo comenzamos seis kilómetros
de descenso. Parece que me voy encontrando mejor, el terreno es muy corrible,
poco técnico y lo supero bastante
bien. Parece que me voy animando. Teror es el primer avituallamiento grande.
Bastante público, animación y el crono marcando
1h45 me da bastante ánimo.
Aquí empieza la carrera de verdad. Once kilómetros
de ascenso un avituallamiento intermedio. Me sorprende lo rápido que se gana altura en
esta carrera. Lugares que ves superlejos, en unos pocos kilómetros llegas a ellos. Un
primer ascenso muy directo da paso a unos kilómetros
de cresteo que se me empiezan a hacer bastante largos. La luz de alarma se
enciende. Las pequeñas
bajadas me dan tregua pero cada subida me cuesta mucho. Aparecen también las primeras molestias
estomacales, el cansancio y los dolores musculares. Y todavía estamos en el k18... Por
fin, tras dos kilómetros
muy malos, malos porque me cuesta mucho avanzar y no veo el momento de llegar al control, llegamos al avituallamiento de Talayón.
Es sólo una caravana en mitad de
la nada, pero a mi parece el paraíso.
Primer momento silla del día,
necesito sentarme. Parece que la Coca Cola, frutos secos y un gel me recuperan
algo y nos ponemos en marcha con tres kilómetros
de ascenso entre pinos con un viento que empieza a soplar con bastante fuerza.
Incluso hace algo de fresco.
Este tramo de carrera es en el que mejor me encuentro.
Parece que he revivido y en el ascenso, a pesar del frío, por primera vez noto buenas sensaciones, que se
acrecentan en los kilómetros
de bajada hasta Tejeda. Un descenso fluido, rápido,
seguro. Qué lejos han quedado los días en que bajaba como los
patos. Poco antes de llegar a Tejeda a Raíl
comienza a molestarle la rodilla. Mal asunto.
Tejeda, 28,2 Kms y 3h54' de carrera. Algo no cuadra.
Miro el reloj y, extrapolando horarios, vamos en tiempo de 12h a 13h. Demasiado
rápido. En este
avituallamiento como con ganas. Probabablemente demasiado. Frutos secos,
gominolas, gel, dos barritas e isotónica.
Mucho y de marcas que no había
probado nunca excepto el gel, que era de los que llevaba yo (Powerbar). Me
cuesta digerirlo todo, pero a nivel físico
me encuentro mucho mejor. Cuesta ponerse rn marcha de nuevo pero me siento
bien. Al punto de que le digo a Raúl
que sigo hacia delante.
Es el tramo definitivo de carrera, el que lleva a Roque
Nublo primero, al Garañón
después y al Pico de las Nieves.
El que marca el ecuador de carrera. El que me deja ko. Y el que empiezo tirando
a tope. Sumando metros de desnivel sin darme cuenta. Fuerte. A tope. Demasiado
fuerte. Demasiado deprisa. Porque la ostia viene de repente.
No sé cómo ni porqué, las fuerzas me abandonan
de repente. No puedo avanzar. Me cuesta muchísimo
esfuerzo subir, tengo escalofríos
y vomito. No entiendo cómo
en sólo cinco minutos he pasado
de sentirme tremendamente fuerte a ser un muñeco.
A cada cinco pasos tengo que parar a coger aire. El ascenso al Roque Nublo se
hace interminable, no llega nunca el final. Me paro, sigo, me paro, sigo. Por
fin llego. Es el punto culminante de carrera. La imagen que todos tenemos en la
memoria de esta carrera. Toco chufa, 5h50' de carrera y pienso, va sólo tres kilómetros hasta Garañón. Allí recupero y hasta el final.
Pero qué tres kilómetros. Infernales e
interminables. El dolor muscular en las piernas es intenso. En las bajadas no
puedo y las subidas no finalizan nunca. Son sólo
tres kilómetros, pero quizás los más largos que hecho. Tanto
como una hora en la que me siento totalmente vacío a
pesar de que tomo varios geles y de que bebo con ganas. Avanzo andando a duras penas y vuelvo a
vomitar. Me imagino como un zombie vagando, atravesando una presa e intentando
llegar a un Garañón
que no está en ninguna parte y donde
aparezco después
de 38 Kms y 6h55 tumbándome
en una colchoneta de la que ya no me levanto. Aquí se
acaba mi Transgrancanaria.
El sábado
por la tarde y el domingo recibí muchos mensajes de ánimo.
Lo cierto es que no estoy ni decepcionado ni desanimado. Creo que cuando se da
todo en una carrera e imponderables físicos
hacen imposible seguir no hay nada que reprocharse. Esto no es una ciencia
exacta, no es un examen, y por mucho que hayas entrenado si el día sale cruzado no hay nada
que hacer. Sí habrá que pensar esta semana que
es lo que hice mal, porque seguro que algo hay. Mala alimentación los días anteriores y el sábado por la mañana, hidratación deficiente, salir
demasiado rápido, vaciarse muy pronto,
comer cosas que no había
probado... Creo que influyeron muchos factores.
Ahora toca pasar página,
pensar en Transvulcania, en Zegama y en lo que esta por venir este año.
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