Al fin y al cabo es sólo atletismo. La frase no es mía. Pronunciada por un amigo a otro en circunstancias algo similares a las de estos últimos tres días, resume en ocho palabras lo que debe significar todo esto, o por lo menos lo que tiene que significar para mi.
Tocando solamente el aspecto deportivo, ese que ocupa una pequeña parte de nuestra vida pero al que a veces damos tanta importancia, el sábado fue probablemente el peor día que recuerdo. Veinticuatro horas que dieron para mucho. Para preguntarme muchos porqués. Por qué se abandona una carrera a las cinco horas sin que te duela nada ni tengas ningún problema físico. Por qué se llega al día señalado sin ganas de participar. Por qué en vez de ir a la línea de salida te quedarías en la habitación del hotel. Por qué a pesar de que vas en los tiempos marcados y corriendo bastante bien no consigues apartar de la cabeza la idea de dejarlo. Por qué quitarte el dorsal y dárselo a la organización confirmando que te quedas allí es una liberación.
¿Dónde está la respuesta? El mismo sábado, con tres horas de sueño, me calcé las mismas zapatillas, la misma camiseta, el mismo pantalón y salí a correr. Cuatro horas desde Cercedilla por el Camino Schimd y los Miradores de la Fuenfría. Sintiendo, oliendo, descubriendo... Sin presión, sin obligaciones, sin tener que justificar nada a nadie. De repente me di cuenta que, a pesar de un estado de ánimo bastante lamentable, en ese momento estaba disfrutando de lo que verdaderamente me gusta, que es correr. Por el campo, por el monte, por la montaña, por donde sea. Igual que disfruto entrenando o cuando quedamos unos cuantos amigos para salir a correr.
El mismo sábado por la noche leía la crónica de Anton Krupicka al cancelar la Nolan 14. Merece la pena que la leáis, sobre todo por un párrafo que a mi me dio creo que la respuesta que estaba buscando. Es este:
El sábado estaba convencido de dejarlo. Ni Leadville, ni volver a calzarme unas zapatillas, ni nada. Pero hay un antes y un después. Se acabó la presión, se terminó pensar en si seré capaz de hacerlo. Mi chip ha cambiado por el de salir y disfrutar.
Seguiré corriendo. Iremos este verano a Colorado, saldremos a correr, pero teniendo muy claro que si no llego no va a pasar nada. Y deseo esa hebilla con todo mi corazón. Pero ese deseo no puedo convertirlo en obsesión. Si lo logro será maravilloso y, si no lo consigo, tendré la satisfacción de haberlo intentado y de haber puesto todo de mi parte por conseguirlo.
No puedo dejar las gracias a todos los que me habéis enviado mensajes de apoyo. Una larga lista de gente cojonuda que hace que al final todos seamos una gran familia. Me habéis ayudado muchísimo, sobre todo a ver las cosas desde otro prisma. Gestos así son los que hacen tan especial este deporte que practicamos.
Por cierto, y lo siento porque aunque debería evitar mencionarlo no puedo, los que estaban esperando este momento con la escopeta cargada habrán disfrutado. Habéis tenido ya vuestros minutos de satisfacción. Que os aproveche.
Y para terminar, estos tipos que salen en la fotografía a mi derecha sí que se merecen todo nuestro reconocimiento. Finishers del GTP, con dos cojones.
Tocando solamente el aspecto deportivo, ese que ocupa una pequeña parte de nuestra vida pero al que a veces damos tanta importancia, el sábado fue probablemente el peor día que recuerdo. Veinticuatro horas que dieron para mucho. Para preguntarme muchos porqués. Por qué se abandona una carrera a las cinco horas sin que te duela nada ni tengas ningún problema físico. Por qué se llega al día señalado sin ganas de participar. Por qué en vez de ir a la línea de salida te quedarías en la habitación del hotel. Por qué a pesar de que vas en los tiempos marcados y corriendo bastante bien no consigues apartar de la cabeza la idea de dejarlo. Por qué quitarte el dorsal y dárselo a la organización confirmando que te quedas allí es una liberación.
¿Dónde está la respuesta? El mismo sábado, con tres horas de sueño, me calcé las mismas zapatillas, la misma camiseta, el mismo pantalón y salí a correr. Cuatro horas desde Cercedilla por el Camino Schimd y los Miradores de la Fuenfría. Sintiendo, oliendo, descubriendo... Sin presión, sin obligaciones, sin tener que justificar nada a nadie. De repente me di cuenta que, a pesar de un estado de ánimo bastante lamentable, en ese momento estaba disfrutando de lo que verdaderamente me gusta, que es correr. Por el campo, por el monte, por la montaña, por donde sea. Igual que disfruto entrenando o cuando quedamos unos cuantos amigos para salir a correr.
El mismo sábado por la noche leía la crónica de Anton Krupicka al cancelar la Nolan 14. Merece la pena que la leáis, sobre todo por un párrafo que a mi me dio creo que la respuesta que estaba buscando. Es este:
Si me siento fatal tan pronto y dormir y comer es la solución, me siento cómodo admitiendo que ese no es mi día y que tendré más opciones de volverlo a intentar. Sé que esta actitud le molesta a cierta gente. Parece haber una noción de que no llegar al punto de colapso físico es faltar el respeto a la montaña o al equipo de apoyo. Personalmente, cuando veo que mi cuerpo no va bien me parece arrogante pensar “si eres lo suficientemente duro, conseguirás terminar tu trabajo”. No. Estoy de acuerdo que un atleta se debe a los que le apoyan –equipo, patrocinadores, etc…- de dar el máximo. Pero no ir más allá.Yo, lo siento, no tengo la capacidad de sufrimiento para llegar al límite. Bueno, igual sí que la tengo pero no la sé explotar o no la quiero sacar. Ni tengo que demostrar nada a nadie ni debo justificar las razones que me impidan terminar una carrera ni voy a ser mejor por llegar a meta al borde de la extenuación. Si ese es el camino, yo no lo quiero seguir porque me he dado cuenta de que es eso lo que me bloquea mentalmente. Habrá quien crea que en el fondo soy un fraude o que voy de lo que no soy. Es muy libre de pensarlo pero, francamente, no me importa.
El sábado estaba convencido de dejarlo. Ni Leadville, ni volver a calzarme unas zapatillas, ni nada. Pero hay un antes y un después. Se acabó la presión, se terminó pensar en si seré capaz de hacerlo. Mi chip ha cambiado por el de salir y disfrutar.
Seguiré corriendo. Iremos este verano a Colorado, saldremos a correr, pero teniendo muy claro que si no llego no va a pasar nada. Y deseo esa hebilla con todo mi corazón. Pero ese deseo no puedo convertirlo en obsesión. Si lo logro será maravilloso y, si no lo consigo, tendré la satisfacción de haberlo intentado y de haber puesto todo de mi parte por conseguirlo.
No puedo dejar las gracias a todos los que me habéis enviado mensajes de apoyo. Una larga lista de gente cojonuda que hace que al final todos seamos una gran familia. Me habéis ayudado muchísimo, sobre todo a ver las cosas desde otro prisma. Gestos así son los que hacen tan especial este deporte que practicamos.
Por cierto, y lo siento porque aunque debería evitar mencionarlo no puedo, los que estaban esperando este momento con la escopeta cargada habrán disfrutado. Habéis tenido ya vuestros minutos de satisfacción. Que os aproveche.
Y para terminar, estos tipos que salen en la fotografía a mi derecha sí que se merecen todo nuestro reconocimiento. Finishers del GTP, con dos cojones.
Con el post de hoy doy por terminado el cupo de lloros y lamentaciones. Vuelta a la vida normal, a los entrenamientos y a contar batallitas, que al fin y al cabo es básicamente por lo que os pasais por aquí, que para sufrimientos ya tenemos bastantes en la vida diaria.
Ah, que hoy he vuelto a entrenar. 15 millas y 2h20' por los montes de La Muela. Con mucho calorcito.
Para hacer lo que tu hiciste, hay que ser valiente y sólo los grandes, las grandes personas, que no son las que ganan una carrera aunque lleguen a rastras por el qué dirán, ni esas personas que están obsesionadas por cómo va su adversario en la misma carrera. Tú eres un valiente y un señor. Y al le j.. que se aguante.
ResponderEliminarBuenooooo, me alegro....
ResponderEliminarMe tenías preocupado, después de este post, ya no lo estoy, creo que tienes razón, debería ser correr por que si, sin más, por disfrutar.
Para mí, lo principal es correr. Para mí, el participar en carreras esta bien por conocer gente, conocer nuevos parajes, no hay nada más (ok, la cerveza de después, también). Para mí, el conseguir la marca deseada, no tiene valor si no he conseguido disfrutar. Para mí, el acabar mataó después de una carrera elimina el placer, elimina la carrera, elimina el correr.
Simplemente, me alegro de que sigas haciendo lo que quieras, correr o no correr, que sigas disfrutando con lo que haces, los miércoles lo parece.
saludos, cararr
Exacto Alfonso. Yo también creo que sí que vales para esto. Lo único que te pasó es que eres humano y hay días que por muy fuerte que te encuentres la cabeza no va.
ResponderEliminarNo nos jodas, después de habernos chupado las 101 de ese pueblo de Colorado no puedes dejarnos así ahora!!!
Es broma, lo que hagas estará bien hecho y en ningún caso harás el ridículo como decías. Esperaremos imacientes esa crónica.
Ya sabes: "caer está permitido, levantarse es obligatorio"
Un abrazo,
Ismael
Mucho mejor así. No te olvides de disfrutar, de eso se trata, y aunque todos sepamos que hay largos ratos donde no se disfruta, al final, muy al final, incluso esto se echa de menos. No le des tantas vueltas a las cosas, hazlas, relájate, nadie te mira, solo tú.
ResponderEliminars
Alfonso creo que sólo necesitas más sesiones con la psicóloga deportiva
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