A finales de noviembre o primeros de diciembre, cuando las primeras nieves comienzan a asomar y el otoño ya se disfraza de invierno, aparece en el horizonte una de las ultras más míticas del calendario, la Saintélyon. Saintelyon es nieve, es hielo, es frío, es barro. La decana de los ultras es un auténtico fenómeno de masas en Francia, un campo de batalla donde se cita la épica en una aventura que comienza a medianoche y que se ha convertido en lugar de culto. Una de esas carreras en las que hay que participar una vez en la vida.
Y es que hoy en día nos parece lo más normal del mundo participar en una carrera de 80 Kms. Que sea nocturna, en las puertas del invierno y con altas probabilidades de nieve y bastante frío no es algo que nos sorprenda tampoco excesivamente. Pero en 1951, cuando a los clubs ciclistas Etienne y Lyonnais se les ocurrió unir a pie Saint Etienne y Lyon como una forma de mantener la forma en los meses de invierno no se imaginaban que, más de sesenta años después, 14000 corredores tomarían la salida en una de las pruebas más míticas del mundo: la Saintélyon. Como curiosidad, en aquella primera edición de 1951 no estaba permitido correr, se descalificaba a los que lo hacían. Algo que se mantuvo hasta 1977, con el primer «boom» de lo que entonces llamábamos jogging :).
Sesenta y seis años dan para mucho. Y en una prueba con unas condiciones tan duras, la naturaleza juega un papel fundamental. En 1990, espesores de 70 cms hicieron que se tuviera que suspender, llegando a meta sólo 80 participantes que se mantuvieron en carrera. Como si de un imán se tratara, la épica de estas condiciones ha hecho aumentar en los últimos años las inscripciones a un nivel vertiginoso: Tres mil en el 2001, cinco mil ochocientos en 2005, diez mil cinco años después hasta llegar a los alrededor de 14000 que tomarán la salida la medianoche del sábado.
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