Catorce mil participantes, frío, barro, nieve. Cuando te
inscribes en la Saintelyon, en los cálidos meses de mayo junio, es lo que lees
que te encontrarás entre Saint Etienne y Lyon en diciembre.
Catorce mil corredores. Poca nieve, mucha gente, bastante
viento, muchísimo frío y no tengo palabras para calificar la cantidad de barro
que nos encontramos. Hablando claro, un puto infierno de sendas y caminos en
los que bien se te hundían los dos pies en el barro hasta los tobillos, bien
chapoteabas en los charcos, subías las pendientes sin capacidad para traccionar
o descendías agarrándote a las ramas de los árboles porque las zapatillas no
agarraban. Todo esto aderezado con temperaturas siempre por debajo de cero y
vientos racheados del noreste. Vale, sí, es lo que te dicen que vas a encontrar
y a lo que vas, pero una vez dentro del ajo no mola tanto.
La Saintelyon es un trail de 72 Kms en el sentido más
estricto de la palabra. Una carrera por el campo, con 1800 metros positivos,
pero sin grandes ni largos ascensos ni descensos. Un montaña rusa en la que la
noche, la meteo y la necesidad de estar atento en todo momento hace que no
puedas bajar la guardia. El trail más importante de Francia, hecho por y para
franceses. Tan sólo el 5% de los inscritos veníamos de fuera.
En el pabellón de Gerland, al lado del estadio del
Olimpique, está montado el apárato logístico de la prueba. Recogida de
dorsales, feria del corredor y meta, por cierto, bajo techo. Con un número
grande de voluntarios los trámites de los dorsales y las acreditaciones se
hacen poco tiempo. También tendremos la oportunidad de testar un Petzl Neo 2,
cedido por la marca.
A partir de las 18h comienzan a salir los autobuses que
llevan a los corredores a los puntos de salida. Movilizar a miles de corredores
no es algo fácil, pero el trasslado en los autobuses es fluído y a las 20h ya
estamos en el pabellón de Saint Etienne, con cuatro horas por delante hasta la
salida. Es tiempo de cenar, tomar las últimas decisiones en cuanto a material y
descansar lo máximo posible. Muchos, incluso están con el saco de dormir y la
esterilla.
La previsión no da nieve fuerte, pero sí copos durante
gran parte del recorrido y viento que bajará la sensación térmica. Con estos
datos, el pantalón corto se queda encas
y opto por unas mallas largas Raidlight Wintertrail y tres capas en el tronco:
compresiva interior, térmica de manga larga y Wintertrail como capa más
exterior. En la mochila un cortavientos fino y un chubasquero con cortina de
agua potente por si el tiempo empeora.
Falta por tomar la última decisión a falta de una hora
para medianoche. Aguantar dentro del pabellón hasta el último momento o salir a
coger sitio soportandp frío y lluvia. Optamos por lo primero y, aunque salimos
medianamente delante, hacerlo con casi cuatro mil personas por delante
demuestra que no fue una decisión muy acertada.
Imaginad una enorme avenida de cuatro carriles, de noche
cerrada, diez mil corredores con otros tantos frontales encendidos. Así es la
salida de la Saintelyon, que se hace en cuatro oleadas con 10' de diferencia en
base al tiempo que espera hacer. Raúl y yo salimos en la segunda, junto a los
que preveen completar los 72 Kms entre 7 y 9 horas. Alrededor de 8 horas era mi
pronóstico de tiempo, en base a los que había entrenado, recorrido y desnivel
sobre el papel. Metidos en harina no era tan sencillo.
Los primeros kilómetros son sencillos. Atravesando los
suburbios de Saint Etienne, por asfalto y en ligero descenso con algún tobogán.
Tramo que te da confianza, te ayuda a coger un buen ritmo de carrera y a pensar
que la previsión de tiempo final es factible. Hasta que dejas el asfalto y
tocas camino. Es el k8 y el momento en el que te das cuenta de que toda la
estrategia que has planificado no sirve para nada. Y no porque el camino sea
duro en sí. Es por el barro. Un barro que todo lo cubre, que te hace hundir los
pies varios centrímetros cada vez, que te dificulta avanzar, que te empapa la
zapatilla, los calcetines y los pies. Aquí te viene a la mente lo que ha leído
de la Saintelyon. Sabes que esto es a lo que has venido y sólo queda cambiar el
chip al modo sobrevivir y llegar.
Hasta el avituallamiento del k15, y una vez dejado el
asfalto atrás, el recorrido es una pendiente constante de siete kilómetros, sin
gran desnivel pero sí picando hacia arriba siempre. Da igual donde eches la
vista, hacia delante o a hacia atrá, lo único que ves es una fila interminable
de frontales. Comentábamos en carrera que, aunque no estuviera marcada, sería
imposible perderte. Catorce mil señales luminosas indican el camino.
Saint Christo. Algo empapados ya por la nieve completamos
los promeros 15k en 1h54' con buenas sensaciones. A pesar de que son las dos de
la mañana, el ambiente en el pueblo es espectacular, con mucho público
animando. Intentamos hacer la parada lo más corta posible, porque a los pocos
minutos de estar parados ya tenemos sensación de frío. La temperatura ronda los
cero grados, de momento sin viento, que no tarda en aparecer. Al salir del
pueblo, y tras un breve descenso, tenemos unos kilómetros en los que estamos
totalmentr desprotegidos, a merced del viento y de la nieve que arrecia. No me
queda más remedio que parar a colocarme el cortavientos, que ya no me quitaré hasta
el tramo final. Son los momentos de los largos caminos, del rosario de
corredores a los que tienes que adelantar por el campo, de las parada en seco
para no meter la pierna en el agua. Doce kilómetros jodidos en los que a cada
subida en la que te hundes al avanzar esperas con ansia que llegue la bajadaara
darte cuenta que, por mantener el equilibrio, bajas más despacio. Y así una y
otra vez. Una sensación desesperante que nos deja en Sainte Catherine, con 27
kms de carera en 3h22'.
En mi composición de carrera tenía muy claro que la
primera meta estaba en el k35. Mitad de carrera, la mayor parte del desnivel
superado y, a partir de aquí, el terreno pasaba a ser bastante más favorable.
Sicológicamente, ahí estaba la barrera. Si se pasa el 35, ya está hecho. Lo
malo fue que llegar ahí no fue nada fácil. Fue el tramo más complicado, con la
subida más dura y también con el terreno más impracticable teniendo que buscar
pasos alternativos. Una vez saltando unas alambradas y otra ascendiendo una
ladera. Pero se había conseguido y, tras 5h13' de carrera un descenso
vertiginoso nos deja en el tercer avituallamiento, Saint Genoux.
Viendo el perfil con Raul tenía la ilusión de que, al
estar ya al otro lado del macizo, el terreno no estuviera tan embarrado.
También de que el plano hiciera honor a la verdad. Ni una cosa ni la otra. Y
además nos estábamos quedando pajáritos. Yo no me llevé ropa de repuesto y el
punto de Saint Genou era básico, por lo que Raúl no podía cambiarse. Al salir
de allí el frío ya era intenso, nuestra temperatura corporal bajaba y el
aguanieve caía con más fuerza. O corría os rápido o lo íbamos a pasar mal.
Había 10 Kms hasta el siguiente punto, que nos propusimos hacerlos en menos de
una hora y que, contra todo pronóstico, casi conseguimos picando en Soucieu en
Jarrest (k49) con 6h32.
Encontrarte nada más entrar en el pabellón con una larga
fila de abandonados, ateridos de fío y envueltos en las mantas térmicas no es
lo más animado del mundo. Soucieu parecía una zona de guerra, un paisaje
dantesco donde el barro lo invadía todo. Nos tomamos nuestro tiempo para salir
a por el último tramo. Como le digo a Raúl al salir del polideportivo, este es
el punto de no retorno. Llegados aquí no hay excusa para no terminar. Y así lo
hacemos, completando seguramente los mejores cinco kilómetros de toda la
Saintelyon ayudados porque el terreno comenzaba a estar bastante mejor y los
tramos de asfalto empezaban a aparecer.
Amanece llegando a Chaponost. Han tenido que pasar 58
kilómetros para que el pelotón se estire definitivamente y poder correr sin
nadie al lado. Con 8h17' en las piernas las fuerzas están justas y los dolores
aumentan. En las dos tibias, por el esfuerzo de cada pisada en el barro y en
los isquios. Pero ya estamos cerca de Lyon, es de día y podemos ver el paisaje.
Avanzamos entre lagunas, cruzamos
bosques llenos de hojas, bajamos, tocamos definitivamente asfalto. Llegamos al
Grand Lyon, la zona periurbana de la ciudad, ya estamos dentro. Pero, no podía
faltar, nos espera una cota en la que en poco menos de un kilómetro ascendemos
cien metros. A cuatro kilómetos de meta ya da igual todo.
Cruzamos el Ródano, ya se ve el Stade Gerland. Último
kilómetro entre el público. Atravesamos la entrada, pisamos la moqueta.
Llegamos a meta después de 9h58'.
Saintelyon. Diez horas de lucha contra el barro y los
elementos.
Saintelyon, una de las míticas. ¿Una de las que hay que correr una vez en la vida? Sí. ¿Para repetir? Quizás no, aunque eso ya es opinión personal. 14000 participantes para un recorrido de caminos y sendas es mucha gente. Se hace difícil mantener un ritmo constante por los tapones, paradas y arranques. A cambio, una organización casi de diez, numerosos voluntarios en cualquier punto complicado y, lo que más me sorprendió, público. Encontrar gente animando a las cuatro de la mañana en mitad de la nada, calentándose con hogueras, sube los ánimos a cualquiera.
Sobre las condiciones de carrera, el barro, la nieve, el frío y la lluvia, como he dicho al principio, sabes a lo que vienes. Quizás por eso, porque sabes lo que va a haber, ni te sorprende ni te desmoraliza. Simplemente sabes que lo tienes que superar.
Y a nivel personal, seguramente la carrera de esta distancia que más dura me ha resultado pero, contradictoriamente, en la que más entero he terminado. En las diez horas no tuve ningún momento malo, de esos en los que te planteas qué haces ahí, ni física ni mentalmente. 72 Kms sufridos de principio a fin, pero a la vez saboreados desde el primero al último.
Contento, muy contento. Por poder participar en una prueba como la Saintelyon pero sobre todo por la forma en que la gestioné y por cómo me adapté a las condiciones. Quizás en otro momento, al darme cuenta de que me iba a ir en más de dos horas en el tiempo previsto hubiera caído mentalmente, pero esta vez no fue así.
Contento, muy contento. Por poder participar en una prueba como la Saintelyon pero sobre todo por la forma en que la gestioné y por cómo me adapté a las condiciones. Quizás en otro momento, al darme cuenta de que me iba a ir en más de dos horas en el tiempo previsto hubiera caído mentalmente, pero esta vez no fue así.
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