Hacía mucho tiempo que una carrera no me marcaba tanto como lo hizo la Transvulcania del 9 de mayo. Sea porque la expectativas se vieron superadas por la realidad, porque todo lo bueno que me habían hablado de ella fue así o sea porque cada minuto de las trece horas y media que tardé en llegar a la meta de Los Llanos lo disfruté como hacía tiempo.
No sé si os pasa a vosotros. Normalmente, los vídeos muestran las carreras de una forma espectacular. Salvajes imágenes desde los helicópteros, impresionantes amaneceres y la épica llevada a su máxima expresión. Y luego, cuando te pones en la línea de salida y empiezas a correr, piensas "pues no era para tanto". En Transvulcania el vídeo no sólo es "para tanto". El vídeo se queda corto comparado con lo que se vive en La Palma.
No sé si os pasa a vosotros. Normalmente, los vídeos muestran las carreras de una forma espectacular. Salvajes imágenes desde los helicópteros, impresionantes amaneceres y la épica llevada a su máxima expresión. Y luego, cuando te pones en la línea de salida y empiezas a correr, piensas "pues no era para tanto". En Transvulcania el vídeo no sólo es "para tanto". El vídeo se queda corto comparado con lo que se vive en La Palma.
Muchísimas sensaciones resumidas en diez minutos de vídeo:
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