Valles Drac Race. Race Report. Cuando te lo pasas bien. Alfonso 2 - Drac 0.

Hay un tipo de carreras que siempre me han dado mucho respeto. Pruebas que sin tener un desnivel brutal, ni un kilometraje salvaje, ni desarrollarse en alta montaña, nos presentan un desnivel de diente de sierra que, cuando lo ves en la pantalla del ordenador parece un paseo donde pasar la mañana tranquilamente. Luego llegas allí y te das cuenta sobre el terreno que lo que parecía una amable carrera se ha convertido en un trazado lleno de trampas, con subidas cortas pero explosivas y lleno de emboscadas cada pocos kilómetros. La Vallés Drac Race es de ese tipo de carreras y el año pasado no la corrí, la sufrí.

Llegaba a Tarrasa con ganas de quitarme esa espina del 2014 en el que, si bien llegué a meta, las condiciones no fueron las mejores. Organizada por nuestros amigos de Extrem Team, Lluis Capdevila y Agnes Guell, la VDR se desarrolla en el Parque Natural de Sant Llorenç del Munt, una zona espectacular a tan sólo veinte minutos de Barcelona. Los datos de la prueba, 50 Kms con 2400 metros de desnivel positivo a través de senderos, roca y mucho terreno roto. Había bastantes diferencias respecto al año pasado, eliminando casi todos los tramos de pista y haciéndola bastante más técnica. Con los antecedentes del 2014, y conociendo a Lluis, tome la salida con bastante respeto.

Así que a las 8h30 estaba en el Parque de las Naciones Unidas de Tarrasa junto a Miguel Angel Burdalo, ganador del reto VDR, esta vez sin prisas ni problemas de GPS dispuesto a buscar al dragón y derrotarle junto a otros 150 participantes.

Los primeros kilómetros son raros. A pesar de que no me cuesta coger un buen ritmo siento las piernas muy pesadas y doloridas como si me faltara gas, una sensación que me acompañara durante todo el tiempo. Los primeros ocho kilómetros son de constante ascenso, con algún pequeño descenso por sendero que permite recuperar fuerzas. Aunque el recorrido ha varíado, este año nos libramos de unos cuantos kilómetros pestosos pisando arena por una riera, los recuerdos de la edición pasada permiten regular un poco mejor el esfuerzo y, sobre todo, da la sensación de que todo pasa más rápido. De hecho, la llegada al avituallamiento del k17, previo a la probablemente subida más exigente de la carrera, la hago casi sin darme cuenta. 

La siguiente etapa es llegar a Mura, que marca el ecuador de la carrera, no sin antes superar un ascenso muy potente, de unos doscientos metros en apenas kilómetro y medio. Me engancho a un grupo de cuatro, donde va la primera chica, que hacen una subida espectacular. El primer de ese cuarteto, no sé si llevaba un motor en las piernas, pero pone un ritmo exigente pero fácil de seguir (es difícil de explicar) que consigue que superemos el desnivel casi sin darnos cuenta. Desde arriba, un descenso largo de cinco kilómetros con alguna pequeña cota por medio nos deja en el precioso pueblo de Mura, al que llego junto a Miguel Angel picando en 3h15' y con la sensación de que la cosa va bastante bien, aunque queda lo más complicado.

En 2014 la salida de Mura y una interminable pista forestal que desembocaba en los tramos más técnicos me pareció el infierno en la tierra, al punto de que se me pasó por la cabeza emular a la "gran" Canepa y subirme a uno de los quads que pasaban cerca. Este año es distinto. Lo primero porque no pasamos por esa pista, sustituida por senderos y roca entre bosques, y lo segundo porque voy mucho mejor. Desde Mura el Ipod ya está en marcha y noto que lo kilómetros pasan rápido, que los tramos de ascenso no lo parecen tanto y, cuando aparece delante de mi el avituallamiento del k30, mi pensamiento es "¿Ya estamos aquí?".

La siguiente decena de kilómetros es el tramos más espectacular. Un constante subebaja de toboganes sin respiro, pero que un día espectacular y las impresionantes vistas de La Mola a un lado, Monserrat al otro y la torre de Collserola enfrente convierten en un regalo para los que nos gusta correr por la montaña. Avituallamiento del k40, en el que está de voluntario Rubén Vergés doble olímpico en snow, casi 15' de conversación con él y camino a la meta de Tarrasa.

Un camino que no es como en 2014, cuando era ya todo descenso, sino que es totalmente nuevo a traves de roderas totalmente rotas, mucha piedra suelta y alguna bajada de las que hay que apoyar el culo en el suelo, mezcladas con tachuelas que rompen el ritmo. A cambio, unas vistas espectaculares de Tarrasa y la meta en el horizonte casi desde esos diez kilómetros.

Fin del descenso, salida del bosque, dos kilómetros llanos y meta en Naciones Unidas tras 6h40'. Por segundo año he vencido al drac, esta vez con menos esfuerzo. Alfonso 2 - Drac 0.

Dice Lluis Capdevila y también nos lo dijo Just Sociats, el ganador con 4h25, que la de este año era más dura y técnica que el pasado. Más técnica seguro, más dura a mi no me lo pareció. Sea porque vine mejor entrenado o porque me la tomé de otra forma, fueron cincuenta kilómetros saboreados de principio a fin, regulando, disfrutando del paisaje.

Respecto a la prueba en sí, y aunque es complicado ser objetivo cuando la organizan amigos, de verdad que la VDR es una carrera en la que participar. Un recorrido que no te deja un respiro, donde tienes que ir concentrado el 90% del tiempo. Un gran número de voluntarios, no sólo en los avituallamientos sino en cualquier cruce que pudiera revestir alguna complicación, allí había alguien con la camiseta negra del Extrem Team, y sobre todo la sensación de notar que los que organizan la prueba están a pie de monte pendientes de que todo salga bien. Quinientos participantes en el total de las tres distancias, más del doble que en 2014, dan una idea del crecimiento de la Vallès Drac Race.

Y por último, aunque esto no sea mérito de la organización, dar la enhorabuena a los participantes porque no vi ni un sólo gel ni desperdicio en todo el recorrido. Parece que poco a poco todos nos vamos concienciando.

El año que viene, más y mejor.