Mi Zegama. A llorar, a la llorería.

Hay carreras que se convierten en una obsesión, a las que uno se empeña en ir a sabiendas de que, muy probablemente, no sea tu sitio. Lo mío con Zegama va por ese camino, tropezándome con la misma piedra año tras año, y ya van tres, después de haber conseguido llegar a meta en la primera participación, allá por 2008, quizás por la osadía del que acababa de llegar a las carrera por montaña. 2012, 2016 y 2023 han sido un quiero y no puedo constante.

A llorar, a la llorería. No hay excusas y menos en Zegama. Si el barro y la lluvia vienen de serie cuando te apuntas en febrero, es lo normal y lo raro es que te encuentres un día de sol radiante, también vienen de serie los tiempos de corte. Están escritos desde hace años y sí, son exigentes, pero nadie puede quejarse de algo que está en las normas. Si te gusta bien y, si no, es lo que hay. Te adaptas o te vas para casa.

En la participación de este año tenía muy claro que lo único que me importaba era llegar a meta y que, para conseguirlo, los tiempos de corte me los tenía que grabar a fuego. Esos 3h15' de Sancti Spiritu y las 3h de Aratz. Dos Zegamas en una, llegar hasta allí y luego seguir.


Los planes sobre el papel siempre tienen pinta de salir bien, pero la realidad es diferente. El mío era tomar como base los cronos para hacer Zegama en 7 horas, contando que me iría para arriba seguro, pero teniendo un cierto colchón que me permitiera sobrevivir. 

En cuanto salimos de Zegama me di cuenta que ese plan tan chulo era papel mojado, nunca mejor dicho. ¿Había más barro que otros años? Seguramente, pero como para los otros 500 participantes. ¿Llovía más que otros años? Probablemente, pero como para el resto. ¿Influía todo eso para los tiempos? Seguro, pero como para todos los demás.

Sin pausa, sin apenas parar en los avituallamientos, sin perder más del tiempo del que me supuso las veces que me fui al suelo o los malabarismos en algunos descensos, incluyendo uno rollo tobogán acuático, el colchón sobre el tiempo de corte descendía de forma imperiosa sin saber muy bien cómo ni por qué. Los veinte minutos en Outzarte pasaron a ser menos de diez en Atabarreta que me dejaban en puertas de un ascenso a Aratz, que iba a dictar sentencia, como así fue. 

3h05' duró mi Zegama 2023, cinco minutos por encima de un corte que, en todo caso e incluso pasando en 3h, no me habría dado para llegar a Sancti Spiritu en 3h15'.

Zegama me gana un año más. Las quejas en la tercera planta y a llorar, a la llorería.


4 comentarios:

  1. Muchos ánimos y a seguir! Los tiempo de corte para los "mortales" no son fáciles , mas con lluvia y sobretodo barro....

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  2. Muchos ánimos, Alfonso.
    Algún día conseguirás llegar a meta de nuevo, o cambiarás de objetivos para no acumular frustración.
    Este deporte ha de alimentarnos de alegría y positivismo, que luego la semana de trabajo que nos aguarda a la vuelta en la vida real, se hace muy cuesta arriba.

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  3. El que s'enganya és el que ho intenta 💪

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