Carrera del Ebro. Un domingo cualquiera


Tres años después de mi última participación en la Carrera del Ebro, el domingo me puse en la salida del Centro Aragonés del Deporte. Una participación decidida a última hora, tan tarde como el jueves, que no estaba prevista y, por tanto, tampoco preparada. Y tres años que me han servido para ver la prueba desde otra perspectiva y comprobar que se ha convertido en la gran fiesta del trail popular en Zaragoza, con números propios de prueba grande.

30 kilómetros y unos 500 metros de desnivel son unos números bastante amables para un trail, aunque como todo en la vida, depende de las expectativas que uno se haga y de cómo te tomes la carrera. En mi caso, después de más de seis meses sin un dorsal en condiciones, me apetecía competir y probarme, simplemente, después de un final de 2018 bastante complicado en cuanto a entrenamientos y motivación lo que, parece que de momento, se ha encauzado este año.


Así que con un día espléndido, a las nueve de la mañana se daba la salida de la 13ª Carrera del Ebro. Y ya sabemos lo que esto, ritmos muy rápidos que enseguida estiran la hilera de participantes hasta que se entre en el campo de maniobras, donde los toboganes van haciendo la selección natural. Un primer tercio de carrera en el que he ido bastante bien, corriendo fácil y cómodo, sensaciones que han continuado en la parte central, que no conocía de mi última participación y que en mi opinión mejoran mucho la Carrera del Ebro.

Todo ha ido bien hasta más o menos el kilómetro 25, cuando la falta de volumen se ha empezado a notar y ha hecho que en el tramo final junto al Ebro, donde si uno tiene fuerzas se puede correr mucho, se haya hecho interminable, marcando los tres último kilómetros a 6'... :(.

En cualquier caso, 2h38' que con las expectativas que tenía antes de comenzar me saben muy ricas.



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