Benoit Laval, adiós a la edad de la inocencia en el trail


La noticia de la salida de Benoit Laval de Raidlight, que se hará efectiva totalmente durante el mes de febrero, ha sorprendido. Más a los extraños que a los propios, porque en Chartreuse algo se intuía. En cualquier caso, que alguien que es el fundador de una empresa salga de ella no deja de ser sorprendente, quizás más todavía cuando este año se cumple el veinte aniversario de la marca.

Corría el año 1999 cuando, con solamente diez referencias en su catálogo, nacía Raidlight. Una marca que se convertía en la correa de transmisión de la experiencia de Benoit Laval, por otro lado un corredor con extraordinarios resultados, hasta el mercado. Una marca que, en poco tiempo, se convirtió en referencia de producto bien hecho aunque quizás pecaba de estar demasiado enfocado a un tipo de carrera, como eran las desérticas. Una marca que, además, resultaba simpática. Una suerte de aldea gala en lucha contra las grandes corporaciones. 



Pero todo evoluciona y en 2016 Raidlight (que ya incluye Vertical) pasa ser propiedad del grupo Rossignol, con todo lo bueno que significa formar parte de un gigante del outdoor mundial... pero con todo lo malo que eso significa. La figura de Benoit se diluye en la toma de decisiones, que no en la marca que sigue manteniendo sus señas de indentidad, pero las diferencias con el modelo de negocio desembocan en su salida de Raidlight, la marca que el creó.

La salida de Benoit Laval de Raidlight, a mi modo de ver, va más allá del fin de una relación meramente profesional y también más lejos de un divorcio a dos. Se trata del final de una época, de la evolución de un deporte, el nuestro, que deja atrás cualquier atisbo de romanticismo para crecer y convertirse en un negocio en el más amplio sentido de la palabra, donde priman los beneficios. 

Crecemos y nos hacemos mayores, para lo bueno y para lo malo. Algún día seremos olímpicos, también para lo bueno y para lo malo. Cada año entra más dinero, lo que es muy positivo pero también tiene su parte oscura. 

Evolucionamos, sin duda, pero a costa de perder eso de lo que siempre se ha hecho gala, ese "espíritu de la montaña" que permanecía en el trail y del que, cada día, queda menos. Adiós a la edad de la inocencia.





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