Que la Trailwalker es más que una carrera lo sabíamos desde hace mucho. Que no se trata de una competición y que lo de menos es el tiempo en el que se realice, desde que nos inscribimos. Que es una experiencia diferente y difícil de igualar lo descubrimos a lo largo de las catorce horas en las que estuvimos recorriendo el Valle de Lozoya y la Sierra Norte de Madrid.
Nuestra participación en la Oxfam Trailwalker Madrid no comenzó de la mejor manera. Puede decirse que lo que mal empieza mal acaba. Las cosas empezaron mal pero terminaron bien. Y es que del equipo inicial compuesto por Abel, Antonio, Manu, Beatriz, Aroa y yo causaron baja dos semanas antes Abel y Aroa, siendo sustituidos por David Sánchez y Carlos Velayos (que merece mención aparte por todo lo que aportó al grupo). El jueves anterior era Antonio Madriñán en el que se caía del grupo al no recuperarse de las molestias estomacales que arrstra, si bien finalmente tomaría la salida con muchas dudas, y el mismo viernes era Beatriz la que no se podía incorporar al equipo de Territorio Trail Media. Esto, unido a la previsión meteorológica que anunciaba tiempo lluvioso y complicado para el sábado, avanzaba una Trailwalker difícil.
Con salida y llegada en Lozoya, y 100 Kms con 1500 metros positivos con 32 horas para completarlos como datos más importantes, la Oxfam Trailwalker Madrid es una prueba que no destaca por su excesiva dificultad técnica más allá de la distancia, que ya de por sí es importante. Como se demostró con el paso de las horas lo verdaderamente importante es gestionar las fuerzas y, sobre todo, mantener el espíritu de equipo.
Oxfam Intermon Trailwalker por darnos la oportunidad de participar en el proyecto.
Salomon España por colaborar con el material del equipo
Carlos Velayos por toda la intendencia del fin de semana en Mangiron.
Nuestra participación en la Oxfam Trailwalker Madrid no comenzó de la mejor manera. Puede decirse que lo que mal empieza mal acaba. Las cosas empezaron mal pero terminaron bien. Y es que del equipo inicial compuesto por Abel, Antonio, Manu, Beatriz, Aroa y yo causaron baja dos semanas antes Abel y Aroa, siendo sustituidos por David Sánchez y Carlos Velayos (que merece mención aparte por todo lo que aportó al grupo). El jueves anterior era Antonio Madriñán en el que se caía del grupo al no recuperarse de las molestias estomacales que arrstra, si bien finalmente tomaría la salida con muchas dudas, y el mismo viernes era Beatriz la que no se podía incorporar al equipo de Territorio Trail Media. Esto, unido a la previsión meteorológica que anunciaba tiempo lluvioso y complicado para el sábado, avanzaba una Trailwalker difícil.
Con salida y llegada en Lozoya, y 100 Kms con 1500 metros positivos con 32 horas para completarlos como datos más importantes, la Oxfam Trailwalker Madrid es una prueba que no destaca por su excesiva dificultad técnica más allá de la distancia, que ya de por sí es importante. Como se demostró con el paso de las horas lo verdaderamente importante es gestionar las fuerzas y, sobre todo, mantener el espíritu de equipo.
A las nueve de la mañana salíamos de Lozoya sin ningún
objetivo marcado salvo el de disfrutar e intentar cumplir el objetivo, que no
era otro que llegar los cuatro componentes del equipo a meta. Los 100
kilómetros de la Trailwalker estan divididos en etapas, como se denomina desde
la organización a los tramos entre los avituallemientos, de unos doce
killómetros de longitud, salvo el primero de 24k.
Esta primera parte desemboca en Buitrago de Lozoya. Un
tramo rápido que completamos deprisa, demasiado deprisa, en 2h20'. El equipo de
asistencia comandado por Carlos Velayos nos espera, al igualmque el resto de la
jornada, con todo lo que necesitamos para continuar. Cambio las Salomon,
estrenadas dos horas antes, por las Altra, también nuevas, y salimos dirección
Manjirón entre los participantes del Ecotrimad, que también se organizaba el
sábado.
Habíamos hablado que era necesario levantar algo el pie
del acelerador porque si no en algún momento lo íbamos a pagar y así lo
hacemos. Este tramo, entre pinares y con loa visión del embalse de Puentes
Viejas se hace bastante entretenido, si bien la temperatura va en aumento hasta
convertirse en calor sofocante al mismo tiempo que unos nubarrones negros se
acercan hacia nosotros. Llegamos al avituallamiento de Mangirón picando 3h52' y, a los pocos minutos el cielo se abre y comienza a llover tanto que sólo
faltaba ver aparecer a Noé con su arca. Por si no fuera suficiente con la
lluvia, comienza a granizar con fuerza. Entre las opciones de esperar a que
escampe o continuar optamos por la segunda y, pertechados con el material de
lluvia, nos lanzamos hacia El Berrueco y ese k50 que debe marcar el ecuador de
carrera.
Y aunque podría venderse como algo épico, la verdad es
que la fuerte lluvia nos ayuda a mantener un ritmo vivo y a que el largo, y en
ocasiones pestoso, bordeo del embalse de El Atazar pase relativamente rápido al
punto de llegar a El Berrueco incluso antes que el Equipo de Asistencia en
seis horas justas. Es el kilómetro 50 y este avituallamiento lo hacemos algo más largo
para afrontar con garantías la segunda parte de los cien.
Cien kilómetros dan para momentos buenos y malos, y mi
pájara apareció en los nueve que separan El Berrueco de La Cabrera. Quizás no
para que peligrara la meta pero sí para activar el modo supervivencia y pensar
que las horas empezarían a caer inmisericordes. Momentos complicados en los que
las pienas no van, el calor aprieta y te planteas qué haces aquí. Momentos en
los que los kilómetros se estirar, no apetece hablar y lo único que puedes hacer
es apretar los dientes, hundir la cabeza y avanzar a toda costa. Pájara que
afortudamente llegó en el tramo más corto. El colegio de La Cabrera y la silla
de la asistencia fue al mayor oasis que uno se podía encontrar.
Todas las carreras tienen un punto de inflexión. Ese
lugar que marcas en rojo cuando estudias el recorrido y en el que sabes que, si
llegas a él, tienes mucho ganado. En la Trailwalker ese punto era Bustarviejo,
el k73 y además, los trece kilómetros que había que cubrir para llegar coincidieron
con mi resurrección. Todavía después de tantas carreras sigo sin comprender
cómo el cuerpo puede pasar del más absoluto desahucio a la euforia total. A mi
me sucedió en estos kilómetros y, al entrar en Bustarviejo estaba ya convencido
de que estos 100k no se escapaban. Llevábamos 10h30' y teníamos 25 kilómetros
por delante.
Llegar a Garganta de los Montes significaba hacerlo a
donde habíamos pasado esta mañana y a enfilar ya el camino directo a meta.
Fueron 13 kilómetros más largos mentalmente que lo que después hemos visto en
los ritmos del ordenador, probablemente por las ganas que teníamos de terminar.
Y sí, puede que fueran los que se nos hicieron más largos, pero también los que
más saboreamos porque cada vez que mirábamos el reloj veíamos que no sólo nos
nos iba a caer un porrón de horas sino que, el tiempo finall, pintaba bastante
bien.
Con 12h40' y trece kilómetros por delante salimos de
Garganta directos a Lozoya, corriendo como se corre cuando sabes que ya no hay
nada que guardar para cruzar la meta en 14h00'46 a los acordes de, detallazo de
la Organización, "I'm Shipping Up To Boston", la sintonía de Territorio Trail.
Catorce horas de amistad, compañerismo y solidadirad en las que los cuatro componentes del Equipo Territorio Trail, sin haber corrido nunca juntos, completamos una Trailwalker para recordar.
Thks:Oxfam Intermon Trailwalker por darnos la oportunidad de participar en el proyecto.
Salomon España por colaborar con el material del equipo
Carlos Velayos por toda la intendencia del fin de semana en Mangiron.
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