La primera vez siempre es especial, en todos los ámbitos de la vida. Y la primera que se toma contacto con la larga distancia se recuerda siempre. En mi caso, la noche del 22 de abril de 2010 fue mi bautismo en una carrera de distancia superior al maratón. Junto a José María Sanz completamos una Jorgeda que, en aquella edición, sólo realizamos corriendo dos personas. Una prueba que, por aquel entonces, estaba pensada tan sólo como una andada. Hoy en día sigue siendo así, pero la Organización ha puesto todo de su parte para que los corredores, saliendo dos horas más tarde, tengan todos los servicios disponibles.
De aquella edición del 2010 recuerdo que nos perdimos no menos de veinte veces, que la parte entre Zuera y San Jorge la realizamos por la carretera vieja porque no encontramos el camino bueno, que no había manera de localizar la salida correcta de Almudévar y que, en el último tramo de monte hacia Huesca tardábamos minutos en encontrar cada marca porque al no estar pensada para corredores, no se contaba con que se llegara a ese tramo de noche y las marcas no eran reflectantes. Y, a pesar de todo, fue una experiencia espectacular.
Desde entonces han sido dos veces más las que he visto amanecer entre Almudévar y Huesca. De las nueve horas y media de la primera vez pasé a las 8:10 en la segunda y a las siete y cuarenta y cinco en la tercera. Entre medio, todo tipo de anécdotas, como el año en el que el frontal murió y tuve que hacer cinco kilómetros a ciegas o el paso por un campo totalmente regado con agua casi hasta la rodilla del 2010. También algún golpe de realidad, como la del 2012 saliendo sin haber preparado a conciencia la prueba.
La del próximo viernes será mi cuarta participación en una prueba que, pensándolo fríamente, reúne muchas cualidades para dejarla pasar de largo en el calendario, como un recorrido no especialmente bonito, que si bien es nocturna y no da tiempo a apreciarlo las rectas interminables llegan a hacerse difíciles de asimilar. Casi la mitad de los setenta y cinco kilómetros por asfalto y un desnivel casi inexistente, aunque picando constantemente hacia arriba, convierten el trazado de la Jorgeada en una carrera rápida sin apenas descansos en la que lo más importante es conseguir un ritmo en el que el cuerpo se sienta cómodo, ni muy rápido ni muy lento. Dos grandes puntos de avituallamiento, coincidiendo con los kilómetros 25 y 50 hacen que se pueda dividir la Jorgeada en tres carreras dentro de una misma. La primera parte hasta Zuera, donde se debe elegir el ritmo que nos acompañará durante la noche. De Zuera a Almudévar, activar el modo supervivencia en la parte más fea de los 75 Kms. Y desde Almudévar, amaneciendo y ya bajando hacia Huesca, disfrutar del trabajo hecho.
Desde entonces han sido dos veces más las que he visto amanecer entre Almudévar y Huesca. De las nueve horas y media de la primera vez pasé a las 8:10 en la segunda y a las siete y cuarenta y cinco en la tercera. Entre medio, todo tipo de anécdotas, como el año en el que el frontal murió y tuve que hacer cinco kilómetros a ciegas o el paso por un campo totalmente regado con agua casi hasta la rodilla del 2010. También algún golpe de realidad, como la del 2012 saliendo sin haber preparado a conciencia la prueba.
La del próximo viernes será mi cuarta participación en una prueba que, pensándolo fríamente, reúne muchas cualidades para dejarla pasar de largo en el calendario, como un recorrido no especialmente bonito, que si bien es nocturna y no da tiempo a apreciarlo las rectas interminables llegan a hacerse difíciles de asimilar. Casi la mitad de los setenta y cinco kilómetros por asfalto y un desnivel casi inexistente, aunque picando constantemente hacia arriba, convierten el trazado de la Jorgeada en una carrera rápida sin apenas descansos en la que lo más importante es conseguir un ritmo en el que el cuerpo se sienta cómodo, ni muy rápido ni muy lento. Dos grandes puntos de avituallamiento, coincidiendo con los kilómetros 25 y 50 hacen que se pueda dividir la Jorgeada en tres carreras dentro de una misma. La primera parte hasta Zuera, donde se debe elegir el ritmo que nos acompañará durante la noche. De Zuera a Almudévar, activar el modo supervivencia en la parte más fea de los 75 Kms. Y desde Almudévar, amaneciendo y ya bajando hacia Huesca, disfrutar del trabajo hecho.
La del próximo viernes será mi cuarta participación en la Jorgeada. Algo que con la del 2013 había dejado ya aparcado pero que las circunstancias de este año, el no poder correr Transvulcania y buscar algo antes de Zegama han hecho que vuelva a inscribirme.
Ningún objetivo, tan sólo el de completar la prueba y acumular kilómetros. La medianoche del viernes al sábado, en la Plaza del Pilar.
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