12 segundos. Una decepción que permanecerá en nuestra memoria.

12. Doce segundos. Doce segundos de nuestra vida. Cuenta de 1 a 12 y piensa qué puedes en ese tiempo. Ciertamente, pocas cosas. Es un lapso de tiempo tan corto que pasa en un suspiro. Sin embargo, esos 12 segundos fueron el sábado la barrera infranqueable que separó a Jim Walmsley de la gloria del récord mundial de los 100 kilómetros. Sólo de la gloria de ostentar un récord, porque el renocimiento y la admiración de todos los que estuvimos pegados a la retrasmisión del reto la tendrá para siempre.

Y es que, quizás, este momento será más recordado que si hubiera conseguido la mejor marca mundial. Porque, al igual que a todos se nos encogió el corazón con la imagen de Gary Robbins en el suelo, vencido por sólo seis segundos en Barkley Marathons, todos estábamos empujando a Jim Walmsley en esa recta interminable que le llevaba a la meta del Project Carbon X2, el evento organizado por Hoka One One.

A lo que hizo ayer Walmsley jamás se le podrá calificar de fracaso. Ha conseguido la segunda mejor marca de la historia y ha demostrado, una vez más, que es un corredor sobresaliente. Pero sí es una decepción. Para él, sin ninguna duda el primero. Para su marca después. Y también para las miles de personas que siguieron el reto en directo, bien en la retransmisión o en las actualizaciones en redes sociales.

 

Una decepción que será recordada a lo largo de los años. Como seguimos recordando a Gary Robbins en la Barkley del 2017 y porque hay momentos en la vida que quedan grabados en nuestra retina, momentos muchas veces más relacionados con el fracaso y con la decepción que con el triunfo.

Creo que, si Jim Walmsley hubiera conseguido ayer el récord mundial de los 100 kilómetros, hubiésemos escrito ríos de tinta sobre él. Le habríamos aclamado como merece pero la efervescencia del éxiso hubiese durado unos días, unas semanas... Pero la forma de perder el récord después de tenerlo en sus manos, de ver en directo como se le escapaba entre los dedos, de intentar empujarle en esa recta que no terminaba jamás, es algo que tardará mucho más en olvidarse.

 



 

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