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05 abril 2022

Marathon des Sables, un dinosaurio que rejuvenece cada año

La de este 2022 ha sido la edición número 36 del Marathon des Sables. No creo que, cuando Patrick Bauer puso en marca la carrera, pensara que iba a llegar hasta ni tampoco creo que se imaginara que lo iba a hacer en este estado salud. Porque el Marathon des Sables, en los últimos años, está viviendo una segunda juventud cimentada en la evolución, en hacer bien las cosas y en adaptarse a los nuevos tiempos.

Porque, cuando nació la carrera allá por 1984, venderla era muy sencillo. Al igual que el Dakar en el mundo del motor, no había nada en el atletismo (hablar de trail o ultratrail en aquellla época era una quimera) que se le pareciera. Una prueba en la que tenías que atravesar el Sahara durante 250 kilómetros, en la que la organización sólo te daba agua y tenías que llevar todo lo necesario contigo, se convirtió en un imán para aventureros y todo aquel que quisiera buscar los límites de su resistencia. La época dorada de los raids, los ochenta y noventa, fue también la del Marathon des Sables, que año tras año llenaba unas plazas que en España y Francia se agotaban el mismo día de la apertura de inscripciones y que, en países como Gran Bretaña, la lista de espera se alargaba dos años. Sin duda, era "la carrera".

Sin embargo, el Marathon des Sables sufrió un estancamiento a partir del 2010. Entonces ya no era la única carrera de este tipo, había otras opciones y, por qué no decirlo, tampoco atraía la atención de los grandes corredores. Algo que cambió con la inclusión de la prueba en el Ultra Trail World Tour que permitió ver a élites entre los que se enfrentaban al desierto. 

La presencia en el UTWT volvió a situar al Marathon des Sables en la primera página de los medios, poniendo el foco de nuevo en el desierto. Aunque el matrimonio con el circuito no terminó del todo bien, ese nuevo empujón nos permitió ver enfrentarse al desierto a Magdalena Boulet, Fernanda Maciel o Ragna Debats y, en esta última edición, a Anna Comet, Manu Vilaseca o Gerard Morales. 

El MDS volvía a ser una carrera atractiva pero esta atracción no se debe sólo a que aparezca en medios o en que participen corredores top. Detrás hay un gran trabajo de la organización que se ha adaptado como pocas a las nuevas tecnologías y que permite que se pueda seguir la prueba prácticamente en tiempo real, con actualizaciones en redes sociales, fotografías y videos resumen al poco de finalizar cada etapa. Si a ello le sumamos la excelente difusión de las historias personales y de superación de los participantes, encontramos 

Todo, sin perder ni un ápice del espírutu de aventura que le caracterizaba en sus inicios.  36 años dan para mucho y, en el caso del Marathon des Sables, para seguir siendo la carrera de aventura por excelencia.








04 abril 2022

El implacable señor Maratón

Han tenido que pasar cinco maratones para conocer a toda la aristocracia del maratón, al señor del mazo y al famoso muro. Después de cuatro maratones (2009, 2010, 2013 y 2017), el de este 2022 lo recordaré como ese al que llegaba con más dudas y que terminó tal y como esperaba antes de comenzarlo, 3h36', pero con el sabor agridulce que te deja el pensar que de podía hacer sido mucho mejor.

Un mes específico de preparación ha dado para recuperar unos ritmos por debajo de 5'/k que desde San Sebastián 2017 no había tocado. El cuerpo respondió bien pero me faltaba interiorizarlos en rodajes largos. El máximo que hice fue de 20 kilómetros y terminé muy justo. Con estos antecedentes el domingo a las 8:30 me puse en la línea de salida del Maratón de Zaragoza, en una mañana muy fría y ventosa, aunque con menos cierzo del que anticipaban las previsiones y una duda en la cabeza: salir a ese ritmo que me permitiera un holgado sub 3h30' o probar algo más rápido a ver qué pasaba y, a las malas, tener un colchón de tiempo.

En esas estaba todavía pensando en los dos primeros kilómetros, de tanteo, cuando, casi sin darme cuenta, las piernas se empiezan a animar y comienzo a ver ritmos de 4'25"/4'30" corriendo muy cómodo y pasando el 10k en 45'. Tiempos que no había conseguido hacer en los entranamientos me salían casi sin querer así que... ¿y por qué no seguir así mientras se pueda?

Dicho y hecho el ritmo de crucero, previsto en 5' el viernes, pasa a ser de 4h30', picando incluso algún kilómetro por debajo de 4'15", y llegando a la media en 1h31'. Es el momento en el que pienso que es demasiado bonito para ver ser verdad sin encontrar explicación al rendimiento hasta entonces. Sigo aguantando bien y continúo de la misma forma.

Así hasta el 30, que lo paso en 2h15', justo a la altura de casa de mis padres y es allí donde, ironías de la vida, todo se viene abajo de repente y las fuerzas desaparecen de repente. Además, coincide con el tramo más complicado del maratón, los kilómetros en los que la carrera pica hacia arriba.


El ritmo de carrera empieza a acercarse a cinco minutos, luego los supera e incluso algún kilómetro me sale por encima de seis. La subida por Cuéllar hacia el Parque Grande me parece más difícil que el mayor de los kiómetros verticales y ni siquiera los últimos cuatro kilómetros, ya favorables de nuevo y, conforme llegas a meta, el público me hacen recuperar. 

Cruzo meta en 3h36', el peor maratón de lejos de los cinco en que he participado. Un crono que, si bien está en línea con lo que podía esperar la semana pasada, deja un sabor agridulce por cómo fueron los primeros treinta kilómetros de carrera.


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