Todos los años, cuando comienza el mes de marzo, algo se mueve en determinados grupos de Facebook y de Whatsapp. Las noticias sobre un pequeño rincón de los Estados Unidos profundos, en el estado de Tennessee, llamado Frozen Head comienzan a aparecer con cuentagotas.
Es tiempo de Barkley Marathons, y una legión de frikis de esta prueba aparecen como las setas en otoño. Los grupos de Facebook, inactivos durante gran parte del año, comienza a poblarse de fotografñias y noticias, unas fundadas y otras infundadas. Hay quien sólo utiliza Twitter durante estos días para seguir con devoción el hashtag #BM100 y los tuits de Keith, la "biblia" de la carrera durante su celebración. La información sale a cuentagotas de Frozen Head (Lazarus manda) y encontrar cualquier dato sobre lo que está pasando es un bien preciado.
Barkley es una carrera muy especial, aunque hay quien jamás la ha considerado como tal. Curiosamente, incluso medios que siempre había renegado de ella este año le han dedicado espacio en su web. Barkley es Barkley y Barkley es Laz pero, ¿por qué nos gusta tanto?
¿Qué tiene de especial la Barkley? Mejor dicho, ¿por qué tiene tal magnetismo una carrera cuya base de su recorrido es el que siguió un preso al fugarse de una cárcel de máxima seguridad? En la que además el recorrido no está marcado, tienes que orientarte utilizando mapa y brújula, no se saben ni la fecha ni hora de inicio y en la que para acreditar que se ha completado el trazado correcto de los cinco bucles que conforman las cien millas hay que arrancar la página correspondiente a tu dorsal de un libro situado en un lugar del que sólo conoces las coordenadas. Seguramente por todo lo anterior junto... y porque desde 1986 sólo han conseguido completar las 100 millas 15 personas.